Ahora que los mercados de renta variable corrigen. Ahora que las pantallas se tiñen más de rojo que de verde. Ahora que la prensa salmón no tiene tufo positivista descarado. Ahora que hasta el más alcista te muestra sus dudas. Ahora que dudas.
Las expectativas, obligatoriamente, van de la mano en tu carrera por sacar partido a los ahorros destinados a la inversión. Haces cuentas, ahorras, planeas tu cartera adaptada a tu perfil de riesgo, situación familiar y edad, y te quedas pensando en qué cantidad podrás conseguir con esa fórmula. Pero a veces, o casi nunca, se tiene en cuenta que ni los pensamientos ni el futuro son verdades, y que ni de lejos puedes esperar a que todo ocurra como lo planificas.
En el corto plazo, el valor de las acciones se comporta como si se tratase de un niño jugando en una cama elástica, y mucho menos lineales son los propios resultados de las empresas a las que las acciones representan. Así, tu cerebro no parará de saltar hacia arriba y caer hacia abajo con tanto dato amañado e incomprensible de consensos, beneficios de varios tipos, deudas, contrataciones, fusiones. Este «arriba-abajo» choca con la expectativa inicial involuntaria de «arriba-arriba», en múltiples ocasiones demasiado elevada, y el problema psicológico está servido.
Experimentos en neuro-economía publicados en Your money and your brain, muestran como el valor de las acciones está constantemente devaluado por tu cerebro en comparación a los beneficios empresariales y datos económicos, porque la pauta del crecimiento de los beneficios empresariales y otros datos es más errática en el corto plazo que el crecimiento del valor de las acciones. Los datos van más a su bola, y tu cerebro reflexivo tiene que trabajar duro para asimilar la información que recibes de las noticias, artículos de blogs, resultados,…
Esto hace que mientras el inversor que mantiene su cartera alejada de su mente se beneficia de la «planificada» subida en el largo plazo, el inversor más impulsivo pierde dinero y valor en entrar y salir constantemente debido a su innata debilidad mental. Planificar, comprar y olvidar es una fórmula simple, poco intelectual, pero altamente efectiva.
Puedes seguir de cerca al gestor de acciones o carteras más profesional, que por mucha calma que parezca tener en todo momento, una buena tanda consecutiva de datos sorprendentes le hará cuestionarse aquello que te repetía confiado mientras el viento soplaba a su favor. En ese momento te guiñará el ojo y te dirá: «si me equivoco no pasa nada, se ejecuta el stop y a esperar nuevas oportunidades«. ¿Qué fácil eh? Yo de mayor quiero ser como él.
Concluyendo, todo lo que no sea una sucesión repetitiva en una pauta que tu cerebro reciba, será tremendamente difícil de interpretar, operar y predecir. Si a esto sumamos que la Economía no es una ciencia exacta sino social, y que su futuro es del todo incierto, las posibilidades de ganar más «operando los datos» que con una estrategia de inversión indexada, pasiva, barata y conservadora son simplemente ínfimas.