Tercera entrega de la serie de entradas inspiradas en el fenomenal libro de Jonathan Clements «25 Myths you’ve got to avoid if you want to manage your money right«.
No es que produzca miedo el movimiento del precio de las acciones, es que el inversor medio se queda literalmente petrificado. Y sería un sentimiento mucho más profundo si supiera que el Dow Jones llegó a caer un 89% entre 1929 y 1932. Los mercados bajistas pueden llegar a ser más desafiantes para nuestra mente de lo que podemos imaginar.
Pero también es cierto que si hemos realizado una acertada y sincera planificación de la inversión, habremos puesto en riesgo para el corto plazo sólo la parte de nuestros ahorros que no vamos a necesitar en breve, porque ahí radica el verdadero riesgo de las acciones (además de la quiebra de las empresas), en permitir que la volatilidad nos pueda dañar.
Las acciones son indudablemente arriesgadas si definimos el riesgo como la posibilidad de tener pérdidas en el corto plazo. Además de someternos a la posibilidad de que las empresas quiebren, si no somos capaces de aguantar los movimientos de la bolsa en el corto plazo, estaremos sumando la volatilidad a la fórmula total del riesgo en las acciones.
Para un inversor que honestamente se reconozca de largo plazo, el riesgo viene dado sin embargo por la posibilidad de que el valor de sus ahorros se esfume por la inflación y los impuestos. Con una media del incremento del precio de la vida del 3%, tu dinero guardado tendrá la mitad de valor dentro de 23 años, así que si no consigues una rentabilidad para tus ahorros por encima de esa tasa de inflación, tu dinero podrá comprar cada vez menos cosas, y complementará peor tu renta de retiro.
Desde la perspectiva del párrafo anterior, las acciones son menos arriesgadas que otros activos menos volátiles como la renta fija o el cash. Conforme los beneficios de las empresas de tu cartera crecen en el largo plazo, tarde o temprano tendrá su efecto en el precio de las acciones y en los dividendos que te entreguen. Con la suficiente paciencia, indiferencia y tenacidad para seguir fuerte en el camino, tus acciones conseguirán de media varios puntos porcentuales de rentabilidad por encima de la inflación, lo que permitirá no sólo mantener el poder adquisitivo de tus ahorros sino también incrementarlo.
PSICOLOGÍA EN EL MERCADO VOLÁTIL
Existe un problema emocional difícil de solucionar sin la experiencia suficiente, y es que para el inversor medio es menos intensa la alegría por tener sus inversiones en verde que la tristeza que siente cuando el rojo inunda su estado de posición. Esto hace que la inclinación por parte de asesores de carteras en las entidades bancarias haya sido siempre la de colocar a sus clientes portafolios excesivamente conservadores, con el fin de que no reembolsen sus fondos en momentos de pánico y sigan siendo clientes rentables. O lo que es mucho peor, reducen el porcentaje de renta variable cuando la bolsa ha bajado y lo aumentan cuando la tendencia ya es alcista, manteniendo alejado el malestar del cliente pero transformando la estrategia en un desastroso timing.
Para compensar esta disparatada forma de enfrentarse a la inversión tenemos dos poderosas armas:
- Interiorizar con la máxima honestidad nuestro perfil como inversores y construir una cartera con el porcentaje máximo de acciones que nos permita dormir siempre a pierna suelta, pase lo que pase en cualquier ciclo bursátil de corto plazo.
- Automatizar la inversión, de modo que mientras somos acumuladores suscribiremos nuevas participaciones en nuestros fondos en el día determinado que hemos elegido para cada mes, o compraremos nuevas acciones cuando ahorremos una cantidad previamente establecida. De la misma forma, cuando seamos rentistas, reembolsaremos el día de cada mes que hayamos programado, o construiremos nuestra renta mediante los dividendos de nuestras acciones.
Si consigues llevar a cabo los dos puntos anteriores conseguirás tres efectos muy beneficiosos:
- Librarte de las emociones y navegar con piloto automático.
- Eliminar el riesgo de poner todo tu dinero en juego en el peor escenario psicológico posible (aunque ya vimos que con la suficiente paciencia el efecto negativo se disipa).
- Te hará sentir más tenaz y el pensamiento positivo superará al negativo, de forma que cuando el mercado suba sentirás que te enriqueces y cuando el mercado baje te reconfortará la idea de acumular en rebajas.
Todo lo que sea buscar potenciales ganancias o especular con saber entrar y salir del mercado vendrá acompañado de una gran agonía provocada por el estrés de las fluctuaciones diarias de los precios. Aprende a vivir sin que el mercado sea parte de tu día a día. No es fácil, pero si lo consigues te habrás convertido de forma automática en un inversor de éxito.
Como siempre, un abrazo grande.
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