Érase una vez una subaste de arte a la que asistían 100 posibles pujadores. Por un lado se sentaban, en primera fila, 5 expertos en arte e inversión que representaban a grandes fortunas interesadas en coleccionar e invertir en obras de arte. Los otros 95 eran coleccionistas menos pudientes pero que también deseaban invertir en tan bello valor tangible.
Se subastaban 10 grandes y raros grabados de Picasso, todos ellos de la misma serie y con un valor similar para el mercado.
Al salir a escena el primero de ellos, los 5 profesionales tomaron las riendas de las pujas y comenzaron a elevar el precio de remate hasta 1 millón de euros. Ese fue el precio que estaba dispuesto a pagar el gestor activo de inversión en arte que se llevó la primera pieza para su cliente.
Las siguientes piezas fueron subastadas a precios similares, miles de euros arriba miles de euros abajo. Pero tras 7 piezas subastadas, los 5 expertos se las habían adjudicado al precio medio de más o menos el millón de euros al que valoraron la primera. El mercado en aquella sala estaba de acuerdo en que ese era su valor. Ya no estaban interesados en más piezas a no ser que se remataran a precio de saldo.
A esto que uno de los 95 asistentes no profesionales se adelanta a la primera fila, y le comenta al director de la subasta que representa a él y a los otros 94 asistentes no profesionales. Si consigue quedarse con alguna de las piezas restantes, éstas serían propiedad de los 95 gracias a un vehículo de inversión colectiva.
Como los 5 profesionales ya tenían las piezas que habían venido a buscar, no pujaron por encima del precio de mercado, pero tampoco permitieron que los remates terminaran a precio de ganga, así que los 95 pequeños inversores-coleccionistas consiguieron los 3 grabados que quedaban al precio de mercado, 1 millón de euros.
Así pues, los coleccionistas profesionales se quedaron con sus obras pagando 1 millón de euros, y sus asesores presentes en la sala les cobraron una comisión de gestión del 2%. Por otro lado, los pequeños coleccionistas invirtieron a través de uno de ellos que los representó, obteniendo éste una menor comisión del 0,5% por organizar el vehículo de inversión pasiva con el que compraron las 3 piezas restantes a precio de mercado.
-Fin de la subasta-
El mercado es muy eficiente incluso con un porcentaje muy pequeño de gestión activa. La gestión activa es la que fija los precios según el valor que ha calculado que tienen los activos. La gestión pasiva compra o vende al precio que fija la gestión activa.
Como siempre, ¡un abrazo grande!
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