La inversión pasiva, indexada y de largo plazo ha sido estudiada, trabajada y recomendada por brillantes divulgadores, economistas y matemáticos, entre los que se encuentran premios Nobel y otros grandes científicos de las finanzas y los mercados, que nos regalan artículos, trabajos de investigación, libros y otras publicaciones dignas de leer, subrayar y memorizar hasta la saciedad. Pero siempre hay algún hueco por donde las ratas son capaces de colarse para huir de las alcantarillas y propagar la peste, sembrando la podredumbre en las mentes de aquellos que no tienen la fortaleza suficiente para seguir fuertes en el camino.
La primera década del Siglo XXI está considerada por la chusma financiera como la década perdida, ese espacio de tiempo medioplacista que proponen como «prueba irrefutable del despropósito del buy & hold«. El peor periodo de diez años de los últimos cincuenta, cuenta con la gracia de los brujos de las finanzas para ser considerada como bandera de su lucha por menospreciar nuestro tranquilo y sencillo método de ahorro.
Como puedes ver en la primera imagen que te presento, una persona que decidiera invertir $100000 a principios de la década perdida, habría obtenido un rendimiento a diez años de -0,27%, un camino muy pobre que hace las delicias de los detractores de comprar para conservar. Para ser el peor ciclo de diez años posible, no es un resultado especialmente malo, pero eso no quita que sea efectivamente negativo con todas sus letras.
Pero nosotros no invertimos así. Creer que un boglehead mete todo su dinero en un momento cualquiera y en un producto único y aislado cualquiera, y luego se convierte en un gato de yeso esperando a que el paso del tiempo le haga millonario, es tener un concepto bastante borroso de lo que hacemos con nuestros ahorros. En la siguiente imagen vamos a sumar $5000 anuales a los $100000 inicialmente invertidos:
El efecto de repartir las compras de forma automatizada disminuye el riesgo por volatilidad, y permite comprar más cuando lo haces en suelos y comprar menos cuando lo haces en cimas. El CAGR pasa a un +4,84%, y la rentabilidad anual a un +0,22%, permitiendo que la década negativa no exista, aunque aún se podría pensar que no ha merecido la pena arriesgar el dinero para unos números al alcance de cualquier especuladorcillo que se precie.
Pero tampoco es del todo correcto el ejemplo anterior, porque los bogleheads incluimos bonos para diversificar nuestras carteras, aportando descorrelación entre activos y una mayor estabilidad. Además, permite que una parte de la cartera avance cuando la bolsa sufre, y permite rebalancear el portafolio con las ventajas que ello conlleva. En la siguiente imagen el portafolio 1 corresponde al ejemplo anterior, mientras que el portafolio 2 se refiere a una cartera igualmente de $100000 iniciales a los que también se les suman $5000 anuales y que está compuesta de 60% acciones USA / 40% Bonos:
Bueno, pues ya parece que la cosa mejora. Acercándose la estrategia a una inversión diversificada y automatizada, el rendimiento en la década perdida es de un atractivo 3,57% anualizado, lo que permite un CAGR del 7,67%. La peor década que conocemos rinde con números más que decentes, aunque seguro que todavía no convencen a los consultores de bola de cristal. Estos probablemente no sabrán que la renta variable se puede diversificar, aumentando las cualidades positivas de la cartera de inversión, tanto en rentabilidad como en volatilidad, es decir, aún podemos aumentar la eficiencia del buy & hold pasivo e indexado.
En la última imagen de esta primera entrega sobre la década de la infamia, vamos a simular lo que hubiera conseguido un boglehead con la cartera que sigue:
15% Acciones
15% Acciones Small Caps
15% Acciones extranjeras
10% Acciones extranjeras Small Caps
5% Acciones mercados emergentes
40% BONOS
Con lo anterior, tenemos de nuevo una cartera con un 60% de acciones y un 40% de bonos, pero esta vez distribuimos la parte de renta variable para obtener la descorrelación y el «tilt» que buscamos en nuestra estrategia boglehead. Los resultados tendrían esta vez el siguiente aspecto:
Aquí tenemos una cartera pasiva al más puro estilo boglehead, que en la peor década de bolsa que conocemos los de nuestra generación, ha conseguido rendir a un +6,74% anual, dejando satisfechos a aquellos que se mantenían fuertes en el camino.
El peor enemigo del inversor pasivo no es el mercado, ni la suerte, ni los charlatanes. El peor enemigo es el propio inversor, que tiene que combatir mentalmente contra poderosos elementos externos si quiere tener éxito en su camino, o más bien, aprender a no combatirlos e ignorarlos. En la próxima entrada veremos más ejemplos, enfrentando carteras pasivas en diferentes ciclos temporales. Seguro que te gustará, pero por ahora creo que tienes los suficientes cimientos como para construir un buen muro de protección contra los vendedores de la riqueza rápida.