Reflexión y acto reflejo. Pensamiento o sentimiento. Las acciones que toman los inversores suelen dividirse en estos dos tipos de procesos, que provienen de la parte reflexiva del cerebro, o bien, de la parte intuitiva. Pero esas decisiones no están divididas al 50%, sino que la mayoría de ellas son emitidas por la parte intuitiva, que lleva a realizar acciones pensadas con el… estómago.
Psicólogos de la Universidad de Massachussets realizaron un experimento curioso que nos muestra de forma gráfica un ejemplo de este tipo situaciones mentales. Tomaron dos recipientes transparentes de distinto tamaño, y en el más pequeño de ellos introdujeron 10 alubias, nueve blancas y una roja. En el recipiente grande pusieron 100 alubias, con porcentaje variable (engañoso a propósito) de blancas entre el 91% y el 95%. Es decir, en el pequeño había un 10% de rojas y en el grande nunca más de un 9%. Se trataba de ganar un dólar si conseguías sacar una alubia roja removiendo sin mirar.
Si usamos nuestro cerebro reflexivo, sabemos que lo más rentable sería meterle mano al recipiente pequeño, ya que las posibilidades de ganar son algo mayores. Sin embargo, dos de cada tres participantes eligieron el recipiente grande, porque su cerebro intuitivo les llevaba hacia donde más alubias rojas en total veían. Este fenómeno tiene el nombre técnico de «denominator blindness«, que quiere decir, ceguera del denominador.
En lo que se refiere a la inversión y la gestión propia de carteras de un inversor particular, debemos usar este descriptivo experimento para ayudarnos a tener en cuenta dos errores comunes que comete con frecuencia el pequeño inversor:
1. FIJARSE EN LA GANANCIA O PÉRDIDA A CORTO PLAZO.
Cuando consultamos la hoja de cálculo donde tenemos reflejada nuestra cartera de inversión, hay dos datos que dominan el protagonismo de la pantalla: la riqueza total de nuestra cartera, y la variación con respecto a la anterior consulta.
La segunda de ellas fluctúa constantemente con mucha volatilidad. Supongamos una cartera de 200000€, y que en los últimos días ha sufrido cambios de 1000€ diarios arriba o abajo. Si nos fijamos solo en el cambio, perderemos nuestros nervios viendo como cada día somos 1000€ más ricos o 1000€ más pobres. Para alguien que gana 1500€ mensuales por su trabajo, ganar o perder 1000€ en un día es algo serio.
Sin embargo, si nuestra atención la centramos en el total de nuestra cartera, los cambios entre 200000€ y 201000€ no serán tan impactantes, ya que solo supone una pequeña variación del total. En nuestra cartera, el denominador es el total de nuestra riqueza, porque es ahí donde está el dinero real. La suma total de nuestro patrimonio es mucho más importante para nosotros que el cambio diario, no solo porque lo es en sí mismo, sino que nos evita centrarnos en datos que lo único que aportan es ruido y distracción.
En las universidades de Columbia y Harvard realizaron otro experimento que consistía en crear un mercado de acciones ficticio donde operaban los participantes. A un grupo solo se le mostraba el valor ($) de las acciones y al otro solo se les mostraba el cambio (%) en porcentaje del precio de las acciones. Los inversores que operaban mirando el cambio (%) generaron resultados entre un 5% y un 10% inferiores a los que tenían delante solo el valor ($) de las acciones, y se llegó a la conclusión de que esto ocurría porque los que observaban los cambios (%) en los precios operaban mucho más, mientras que los que visualizaban el valor ($) se mostraban más tranquilos con lo que tenían.
2. RENTABILIDAD PASADA VS GASTOS.
El síndrome de las alubias también se refleja con claridad a la hora de seleccionar fondos de inversión para la cartera.
La comisión de gestión de un fondo de inversión suele ser un número relativamente pequeño, que en el caso de los fondos de renta variable suele superar el 1,5%. Este dato parece insignificante si lo comparamos con el magnífico 20% que representa la diferencia de los fondos 5 estrellas del año con sus índices de referencia. Este fenómeno representa con extrema claridad el síndrome de las alubias:
– La diferencia de rentabilidad de un fondo con respecto a su índice fluctúa constantemente, cada día, cada semana, cada mes, cada año, cada trienio,… mientras que la comisión de gestión se mantiene constante.
– En una encuesta a asesores financieros americanos se les pidió que ordenaran de mayor a menor importancia las claves para elegir un fondo de inversión, y situaron a las comisiones en el puesto… ¡8! Conceptos como la rentabilidad pasada o el tiempo que llevaba el fondo en el mercado fueron fueron listados por delante de la comisión. Ninguno de estos datos pueden predecir qué fondos lo harán mejor en el futuro, mientras que las comisiones son un factor crítico que sabemos que repercutirá en el futuro rendimiento del fondo. Las rentabilidades van y vienen, pero las comisiones nunca se van, viven con el fondo como parásitos. Lo que ocurre es que un 2% parece algo insignificante si lo comparamos con un 20%. Si un fondo de bolsa americana consiguió un 55% en 2014 mientras que el S&P500 solo obtuvo un 35%, esa diferencia hace que el inversor no pueda contenerse y apostar porque el fondo seguirá rentando igual de bien, independientemente de que tenga una prohibitiva comisión del 2%.
Estas reflexiones forman parte de las espectaculares enseñanzas que se pueden sacar del fantástico libro «Your money and your brain» de Jason Zweig. Entender cómo funciona nuestra mente y, también muy importante, cómo sabe la industria financiera que funciona nuestra mente, nos ayudará a tomar decisiones más acertadas como inversores, y a no prestar atención a aquello que nos distrae y, sobre todo, nos perjudica.