Por norma general, cuanto menos se toque la cartera de inversión mucho mejor. Mejor porque ahorras en gastos. Mejor porque evitas cometer errores debido a decisiones impulsivas. Mejor porque evitas tocar algo previamente estudiado y programado y que, en principio, tenía toda tu confianza de ser una opción ideal para ti. Pero seguir fuerte en el camino no está reñido con la flexibilidad, ni con la razón. Es posible que te encuentres con alguna de estas tres circunstancias que podrían aconsejar cambios en el diseño de tu portafolio:
1. Tu objetivo ha sido sobrepasado claramente.
Imagina que te has marcado una meta de 300000€ de cartera para complementar tu jubilación, plan de pensión, prejubilación, renta vitalicia del seguro de vida, etc…, y que a diez años de tu retiro, tu cartera, gracias a una burbuja de renta variable, ha llegado a la cifra de 350000€. ¿Para qué seguir arriesgando? ¿Para qué sobreponderar la cartera de renta variable?
Podría ser que la burbuja estallara y que se llevara por delante la rentabilidad ganada a pulso durante años, y que tu cartera volviera a ponerse por debajo de tu objetivo final.
Si se da el caso, mejor replegar filas y reducir la volatilidad de la cartera con más bonos de corto plazo. Un portafolio pasivo de 25% acciones y 75% bonos es capaz de mantener la suficiente fuerza como para que tu dinero no se esfume por efecto de la inflación.
2. Los miembros de la familia ya no son los mismos.
Puede que te hayas marcado un objetivo pensando en ti y tu pareja. Pero puede también que alguno de tus hijos te proponga quedarse en casa una larga temporada, o que tus padres se muden a tu casa, o que algún familiar enferme y la situación familiar cambie.
También se puede dar el caso contrario, que esperes que tu cartera complemente los ingresos de una familia de seis y al final solo sean dos las bocas que alimentar.
En cualquier caso, si la situación del gasto familiar cambia, es posible que una cartera muy volátil sea demasiado riesgo para mantener a más personas. O una cartera más conservadora podría ser poca cosa si al final tus gastos se reducen por circunstancias de la vida.
3. Te has dado cuenta de que no eres tan valiente como creías.
Si cuando te planteaste el asset allocation de tu cartera pensaste: «A mí no me da miedo la bolsa, así que no necesito bonos«, puede que fueses sincero contigo mismo, pero también puede que no lo pensaras del todo bien. De repente llega una bajada pronunciada y las noticias se llenan de titulares pesimistas, tragas saliva y te arrepientes de haber tomado tan arriesgada decisión.
No hay problema, cualquiera se puede equivocar. Replantea tu aversión a la volatilidad, y pon una buena cantidad de bonos en tu vida. Sentirse bien es parte del éxito inversor, y el miedo es el peor amigo del éxito. Diversifica tu cartera lo suficiente como para no entrar en estado de alerta y podrás disfrutar de ella simplemente por no tener que mirarla.
No existe la fórmula mágica, le pongan el nombre que le pongan. Tu reto consiste en averiguar la fórmula que se adapta mejor a ti, y a tu situación personal.